BASTA DE ESPERAR POR LAS MAYORIAS...¡A LUCHAR YA!

martes, 5 de enero de 2010

Por Aldo Rosado-Tuero

La mayoría gritó a Cristo “crucifíquenlo”. La mayoría pidió para Sócrates, la copa de cicuta. La mayoría humilló a Westinghouse por descubrir el freno de aire, se rió de Graham Bell por inventar el teléfono, persiguió a Colón por descubrir para la civilización europea, un nuevo mundo.

La mayoría aplaudió la quema de Juana de Arco en la hoguera. La mayoría idolizó a uno de los más grandes charlatanes de la historia de los EE.UU., Franklyn Delano Roosevelt. La mayoría de su época, llamó a José Martí, “aprovechado””, “Pepe Ginebra” y “Capitán Araña”.

La mayoría se postró histéricamente a los pies de Fidel Castro en 1959, diciéndole “esta es tu casa Fidel” y muchos se hubieran sentido felices si Castro les hubiese dormida a la mujer.

Por eso, esperar ahora a que las mayorías apoyen a una causa o a un proyecto para lanzarse a la lucha, es de estúpidos o de cobardes, que usan ese pretexto para no hacer nada.

Los verdaderos luchadores tienen que permanecer apegados a los principios inmutables en los que creen (sin ir detrás de lo que quieran o piensen las mayorías, cuando de conquistar las libertades y la democracia se trata) con tenacidad, y sobre todo, con un sentido exacto de lo que se quiere y porque se lucha.

El activista, el luchador, el líder, tiene que trabajar día a día, sin descanso por su causa, pero sin apresuramientos que a nada conducen, midiendo las condiciones y haciéndolas propicias para su causa. Sin prisa, pero sin tregua. Sin desfallecer por un fracaso, pero sin dejarse deslumbrar por un embullo.

Siempre han sido las minorías selectas, inasequibles al desaliento, las que han hecho historia. Los que saben a donde van y llevan tras de sí—una vez que ellas mismas han creado las condiciones—a las mayorías vociferantes.

El Norte, sigue estando al norte, aunque las mayorías extraviadas señalen al Sur, diciendo “allá queda el Norte”. Las verdades inmutables no pueden ser cambiadas por el flujo y reflujo de las mayorías moldeadas por los hacedores de opinión.

Por eso, resulta indignante escuchar a los titulados líderes, justificar su inercia y su falta de iniciativa. Su negativa a apoyar a los que quieren hacer algo, so pretexto de que hay que esperar a que la mayoría del pueblo nos dé su apoyo.

El apoyo de las mayorías se consigue con el accionar de un pequeño y decidido grupo con metas bien definidas, que vayan demostrando con hechos y a base de sacrificios, que es posible llevar a cabo lo que se pretende y se predica. Al principio, serán unos pocos, luego se irán sumando otros, y al final, si se persiste y no se doblegan los que iniciaron la tarea, se consigue el apoyo de la mayoría.

Así ha sido siempre, y así será en el caso cubano. Solo hace falta el apoyo y el empuje de una pequeña minoría, que no titubeé, ni se arredre frente a las dificultades.

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